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domingo, 3 de marzo de 2019

#15AñosSanIgnacio

Este Martes 5 de Marzo el Colegio Fe Y Alegria San Ignacio Cumple 15 Años y estan todos invitados a ser participes de la calebracion posteando algun mensaje de felicitacion o recuerdo con los hashtag#15AnosSanIgnacio #5DeMarzo

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HISTORIA DE LA INSTITUCIÓN 

El colegio Fe y Alegría San Ignacio I.E.D nace después de la previa revisión y adjudicación de la licitación presentada a la secretaria de Educación de Bogotá por la Unión Temporal Fe y Alegría san Bartolomé de la Merced con la firma del contrato número 135 de 19 de Diciembre de 2003

En el año 2.004, se iniciaron las labores y se informa a la comunidad de la llegada de los maestros de la nueva escuela, sin embargo, no existía planta física en donde laborar, por lo cual, las matrículas se hicieron en el colegio El Porvenir y después se ofreció una capacitación de un mes a los docentes en el salón comunal del barrio El Regalo. La sensación de vacío, la incertidumbre, los malestares colectivos no se hicieron esperar, padres angustiados y ofuscados pidiendo seriedad y respeto; los niños veían como el mundo se hacía un espacio absurdo al pretender hablar de una escuela inexistente; los maestros como peregrinos, nómadas invasores de espacios provisionales donde poder laborar.
Las respuestas ante preguntas inciertas eran confusas y poco esperanzadoras:¡Todo es cuestión de tiempo, hay que esperar, la otra semana, esperen un día más…!, así, se sumaban desesperanzas y angustias, viendo el tiempo devorarse al propio tiempo sin poder visualizar al menos un imaginario del lugar esperado.
A mediados de enero se corría el rumor de un cambio venidero, el movimiento de tierra se iniciaba, se veían las máquinas y obreros merodeando el territorio, listos a transformar la maleza en el espacio de encuentro comunitario; todo transcurrió como en cámara lenta, la naturaleza no aportaba mucho, la lluvia convertía todo en lodo y las cosas empezaban a ser vistas de modo pesimista, el ambiente se hacía tenso y en Bosa San Miguel, se hablaba entre murmullos de una escuela fantasma.
En febrero se empezó a ver en funcionamiento la fábrica de sueños y como aquellos juegos de “armatodos” se fueron uniendo las fichas, paredes, puertas y ventanas que se articulaban para construir las veinte aulas más anheladas de Bosa. La figura campestre, con paredes blancas y techo azul permitirían abrir las puertas inexistentes de una nueva escuela que aún sin agua, luz, teléfono, sin pasillos transitables y carentes de muchos implementos, darían espacio a 803 nuevos habitantes, acompañados de 28 docentes, 4 directivos, una secretaria, 4 vigilantes y dos señoras de servicio generales; el equipo estaba listo para iniciar la aventura. Las palpitaciones se hacían cada vez más fuertes ante la alegría desbocada de iniciar el año escolar, de habitar la nueva casa que abrió sus puertas el 1º de marzo del 2004.
Era una construcción temporal aledaña al lote en donde, en ese momento, se construían las instalaciones definitivas del colegio. La escuela temporal era la unión de un grupo de casetas agrupadas de la mejor manera, en medio de un gran espacio que no tenía la adecuación necesaria para los desagües y el manejo eficiente de las aguas lluvias. Las dificultades, no se hicieron esperar, las condiciones físicas y ambientales se congregaron para desatar epidemias virales, fiebres colectivas, desánimos arraigados, frente a la idea de ir a trabajar y estudiar en medio del lodo, la lluvia, el frío del amanecer, pensando en la imposibilidad de llegar al colegio con los zapatos inmunes de barro, en encontrar las aulas habitables cuando ellas se convertían en piscinas ambulantes donde las ranas, los ratones, una culebrilla esporádica y un centenar de bichos encontraban moradas provisionales.
Después de dos meses de lluvia incesante, de sentir ese frío que congela, de perder hasta el sentido del olfato para evitar inhalaciones desagradables y tratar de adaptarse a las incomodidades del espacio, se hizo la luz, Mayo se convirtió en el mes propicio para el escenario de nuevos amaneceres, para permitir que en medio del diluvio existiera una luz tras la puerta de cada aula (por lo menos en teoría, porque en la práctica al encender todas las bombillas el sistema se moría).
Hasta entonces la sobrevivencia había sido subsanada por el préstamo de energía de las casas vecinas que desde el primer momento abrieron sus puertas al colegio; la casa de doña Milena fue refugio y resguardo, el lugar de múltiples escenarios, donde se convocaban los docentes para seguir en la construcción de nuevos imaginarios. La antigua sala de profesores que provisionalmente funciono en el comedor de una casa amiga, ahora se trasladaba a una oficina multiusos, la famosa caseta de administración. En un solo espacio todo funcionaba, 38 personas que a diario transitaban para lograr en medio de una jornada agitada, dar identidad al Colegio Fe y Alegría San Ignacio, haciendo vida en experiencia propia la filosofía de Educación Popular.
De forma paralela, bajo la compañía constante de aguaceros torrenciales, (gracias a los cuales se hacían clases flotantes), al lado, en el territorio más cercano, un monstruo crecía a pasos desenfrenados; el pasto fue asfalto, se fueron elevando las columnas que ahora nos sostienen, se vio a diario el paso a paso de una obra no sólo de ladrillo, una obra de cansancios compartidos, de aceleres, de anhelos y orgullo; la maqueta cobraba vida y hacía que la espera y la fatiga se dimensionaran desde otra perspectiva, desde la mirada de un sueño que se hacía realidad en la clandestinidad de cada jornada laboral.
Ni hablar del patio de recreo comunal, donde no hacían falta los perros callejeros, el taxi que se perdía de camino y un escuadrón de vendedores ambulantes; la verdadera escuela de puertas abiertas, donde se comprendió que la libertad no tiene límites pero si alas, que una puerta cerrada seduce al escape y una puerta abierta invita a quedarse, a enamorarse y creer en lo que es nuestro por el solo hecho de hacer parte de una historia compartida.
Las experiencias son innumerables, cada día llevaba una sorpresa a cuestas, algunas más gratas que otras; los accidentes con los niños hacían que la sala multiusos también prestara el servicio de primeros auxilios, en los días grises cuando algunas situaciones se salían de las manos, se acudía al lugar más cercano: El Jardín Social Santa Martha, donde nos tendieron las manos además de metros de gasa y litros de Isodine para aquellas heridas no tan fáciles de sanar.
Pese a estos pequeños impases, a situaciones de infarto, como el primer recibo del agua por tan solo 14’000.000 de pesos, San Ignacio se fue levantando, se fue haciendo fuerte y siendo unidad, porque detrás de las angustias, de los sinsabores, de la lluvia que al final termino siendo cómplice y aliada, estaban ellos, los seres MÁGICOS por quien la escuela cobra esencia, LAS NIÑAS Y LOS NIÑOS, nuestros estudiantes que pocas veces se quejaron y se gozaron día a día las adversidades que estaban en su camino; ellos, quienes creen que a pesar de la lluvia cada día es irrepetible, cada día es un momento para crecer y aprovechar al máximo cada situación y persona que el destino nos pone en el camino, porque este es el espacio donde se encuentran con la aventura de vivir, porque aquí se reconocen como SERES HUMANOS, dadores de sueños, de locura incontenible, de amores desbocados, de risas contagiosas, hechos por los cuales durante nueve meses y medio, contando con doce días hábiles de vacaciones, se subieron en el barco y se fueron a mil por hora en búsqueda de un mejor mañana.
Junto a ellos estuvieron los padres de familia, los que resistieron peregrinaciones clandestinas entre el barro atascado en sus botas o en las ruedas de sus ciclas, con sus hijos en los hombros, con las carreras de las primeras horas y el enredo de sombrillas, creyendo en un futuro bondadoso para sus hijos, haciendo parte de la historia, haciendo caminos con picas, palas, balde y escoba; con sus voces unidas y su incondicional: ¡creemos en ustedes!.
Y los maestros, los que lucharon consigo mismos para comprender y sentir en su piel que la escuela es más que libros, que la escuela es un barco de sueños guiado por seres alados que convidan a los principiantes a soñar despiertos para hacerse un camino más claro, más real y a la vez fantástico. Ellos que pisaron con sus botas la tierra que ahora se convierte en el espacio de encuentro donde se construyen mundos imaginados, los que tienen la fuerza interna para llevar a través de la imaginación a ver el mundo con los ojos de los verdaderos sabios, el mundo que cada uno elige para construir su propia vida.
El primero de marzo de 2005, un año y tres meses después del inicio de labores se hace la inauguración oficial de la planta física actual del colegio. Hoy, años después, cuando disfrutamos de la gloria y el beneplácito de un lugar cálido y acogedor, podemos decir con el corazón cargado de emociones encontradas, que somos coparticipes de los sueños de grandes soñadores como Jesucristo y nuestro fundador José María Velaz. Las puertas están abiertas, para quedarnos creyendo en Fe y Alegría y construyendo escuela con Fe y Alegría. LA CASA ES DE TODOS.
Adaptado de Osorio Sonia. La historia del colegio.2005

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